miércoles, 6 de septiembre de 2017

LOS TIEMPOS FINALES SERÁN BUENOS PARA LOS JUSTOS

Dios no está sometido al tiempo; Él es la eternidad. Dios creó el tiempo para su trato con el hombre. Él extrajo un pedazo de la eternidad, la midió y la llamó tiempo. El tiempo como Dios lo midió tiene un principio y un fin. Nosotros estamos situados en algún lugar de esa línea temporal. La pregunta es: ¿En dónde?
Dos años atrás, le pregunté al Señor acerca de mi ministerio.
¿Quién soy yo?, le pregunté.
Tú eres una testigo, fue la respuesta que escuché.
Luego, confirmó mi llamado con Hechos 26:16: «Pero levántate, y ponte sobre tus pies; porque para esto he aparecido a ti, para ponerte por ministro y testigo de las cosas que has visto, y de aquellas en que me apareceré a ti».
En otra ocasión, Dios estableció la conexión entre mi llamado a ser una testigo y los tiempos finales. Y me dio la clave para discernir estos tiempos, cuando escuchaba una enseñanza del Dr. Kenneth Hagin en una de las clases de Rhema Bible. Mientras enseñaba acerca de “Interpretar la Palabra de manera correcta”, el puntualizaba lo siguiente: «Determina siempre a quién se está dirigiendo una escritura».
El hermano Hagin dijo: “Una escritura puede dirigirse a una sola persona”, “o puede estar hablando ‘de’ o ‘a’ uno de los tres grupos de personas, los cuales Dios reconoce y trata como tales. Dios menciona estos tres grupos en una carta escrita a la Iglesia».
Luego, leyó 1 Corintios 10:32: «No seáis tropiezo ni a Judíos, ni a Gentiles, ni a la Iglesia de Dios». En ese momento, a finales delmes dejulio 2017, escuché lo que me pareció una voz audible diciéndome: Si recuerdas ese versículo en tu corazón, éste mantendrá tu doctrina acerca de los tiempos finales libre de error.
Los Judíos, las Naciones y la Iglesia
El Señor tiene planes y propósitos para estos grupos. Él tiene juicios y un futuro para los Judíos, para las naciones (gentiles) y para la Iglesia. Y hay gente de cada grupo con un lugar dentro del Milenio, un umbral al que estamos a punto de atravesar.
He desarrollado tres áreas en mi vida ministerial de testigo, mirando y diciendo lo que veo los Judíos, las naciones y la Iglesia.
El primer grupo que el Señor me enseñó a observar fue la Iglesia. Me reveló Su plan para la Iglesia gloriosa. (Lee la carta a los Efesios) Y me dio por mentores a generales del ejército del Señor de los últimos tiempos.
Dios me llevó en sueño a las naciones. Durante los años ochenta me llevó a la Rusia Soviética donde me veia como testigo de Dios derrotando al comunismo en 1989. Hemos observado a Europa y las señales de los tiempos finales allí mismo, durante las naciones del viejo continente.
Y después, por supuesto, me enseño a Israel: El reloj de tiempo de Dios
Cuando Sus discípulos le preguntaron al Señor: “¿Cuándo serán estas cosas, y qué señal habrá de tu venida, y del fin de los siglos?”. Un punto clave en la respuesta de Jesús fue: «…Mirad la higuera y todos los árboles» (Mateo 24:3; Lucas 21:29).
La palabra “árboles” en Lucas 21:29, se refiere a naciones. En tanto que “la higuera” en ese versículo ser refiere a Israel (ver Joel 1:6-7). Y “todos los árboles”, son las otras naciones mencionadas en profecía. Los profetas nos dijeron desde el principio las cosas que sucederán en los últimos días, en ciertos países como: Irak (Babilonia), Irán, Siria, Egipto, Rusia, Europa, entre otros. Es de estos profetas que recibimos luz acerca de los acontecimientos de estos tiempos. (Ver 2 Pedro 1:19-21).
Al observar la higuera y las naciones mencionadas en profecía, podemos establecer nuestra posición en la línea temporal y en relación a la culminación del tiempo.
Cuando hablamos de los tiempos finales, en realidad no nos referimos a la culminación del tiempo mismo, sino al fin de esta era y la transición a la siguiente.
Desde que Dios le entregó la ley al pueblo de Israel en el monte Sinaí, la tradición judía ha enseñado que Dios le dio a la humanidad una semana laboral de seis días, correspondiente a los seis días de la Creación. Después de estos seis días, el hombre y la Creación entran en el séptimo día, correspondiente al día de reposo del Señor el Sabbat, los 1,000 años del reinado Milenario.
En Salmo 90:4, y 2 Pedro 3:8 se nos enseña que para el Señor 1,000 años en la Tierra son como un día.
Creo que la Tierra es tan antigua como la ciencia verdadera demanda que sea; sin embargo, el hombre como nosotros lo conocemos fue creado hace casi 6000 años. En otras palabras, y resumiendo, estamos casi al final de la semana laboral de seis días. Y pronto pasaremos al séptimo día.
¿Cómo lo sabemos? Al observar las señales de los tiempos. Y estudiando las noticias cotidianas a la luz de la profecía bíblica.
¿Qué sabemos del futuro?
Voy a citarte un fragmento de la introducción al libro de Apocalipsis escrito por F.W. Grant en The Numerical Bible (La Biblia Numérica) en 1902:
El futuro del mundo estará en gran parte… compuesto de juicio, aunque es cierto que este juicio será para una bendición que espera después de éste y que es tan brillante como Dios puede hacerla… los caminos morales de Dios… el final traerá perfectamente…. El futuro excederá toda y cada promesa del pasado, y es necesario, por consiguiente, que toda profecía sea cumplida en su totalidad; mientras tanto, el cumplimiento parcial nos demuestra ese objetivo, el cual al culminar en su gran final revela su perfección.
¿Cómo debemos de actuar en estos días que estamos viviendo, en camino hacia “un futuro tan brillante como Dios puede hacerlo”?
«Y reinarán en tus tiempos la sabiduría y la ciencia…» (Isaías 33:6). Nosotros debemos conocer la Palabra del Señor para nuestra propia vida, y para estos últimos días, como nos ha sido revelado por los profetas.
«Tú guardarás en completa paz a aquel cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti ha confiado» (Isaías 26:3). Estos son días de instrucción y revelación gloriosa para aquellos que practican la presencia de Dios, al mantener sus mentes enfocadas en el Señor y en su Palabra.
Aquellos que pertenecemos al tercer grupo: la Iglesia esperamos por la maravillosa experiencia de ser transformados de gloria en gloria a la misma imagen del Señor (2 Corintios 3:18). Nosotros  el Cuerpo de Cristo deberíamos proponernos habitar en Su presencia, caminar en Su Espíritu, participar de Sus beneficios y ser Sus colaboradores, a fin de bendecir al mundo.
Israel atravesará las fases finales del trato que Dios tiene con ella hasta llegar a una redención y restauración completas. Las naciones “ovejas” entrarán a los reinos que han sido preparados para ellas. La Creación espera la liberación y la restauración.
Yehiya Tov ¡Será bueno!
He pasado horas y horas en internet viendo estudios con gente de Israel, gente común, con estudiosos del Torá, con funcionarios gubernamentales y con rabinos y sé sin lugar a dudas que la Iglesia e Israel están de acuerdo en que la venida del Mesías es inminente.
Una frase que he aprendido de ellos, la cual usan frecuentemente, y aun en tiempos de dificultad, es: “¡Yehiya Tov!”, que traducido significa: ¡Será bueno!

lunes, 7 de agosto de 2017

Trabajando juntos

Nehemías 3:1-23
El capítulo 3 es uno de esos capítulos que está formado principalmente por nombres imposibles de pronunciar y por personas que ya hace mucho que han quedado olvidadas! Puede ser desalentador encontrarnos con un capítulo como este. Pero relata la historia de la obra de reparación de las puertas y las murallas de Jerusalén para la cual había sido enviado allí Nehemías.
Trabajaron juntos, y a lo largo de todo este relato se encontrará usted con la frase: “junto a él” trabajó tal y tal persona, y “junto a ellos” trabajaron otros. El escritor toma nota no solo de los trabajadores, sino de los que, sin embargo, eludieron el trabajo. El versículo 5 dice acerca de los hombres de Tecoa: “pero sus notables no se prestaron a ayudar a la obra de su Señor”. ¿Sabía usted que Dios deja constancia también de los que no realizan el trabajo? Cuando las personas no están dispuestas a participar en su ministerio, Dios escribe sus nombres también en esa columna. Pero el resto trabajaron todos juntos, ayudándose los unos a los otros. Nehemías había organizado esto de una manera tan maravillosa que cada uno de ellos tenía una sección de la muralla o una puerta que le había sido asignada.
Fíjese usted además que trabajaban cerca de su casa. Fíjese en lo que dice el versículo 10: “Jedaías trabajó frente a su casa”. El versículo 23 se refiere a ciertos hombres que realizaron reparaciones “cerca de su casa”. La importante verdad que surge es que este es el propósito de Dios para el ministerio. Dios nos ha colocado a cada uno de nosotros de una manera estratégica, donde Él quiere que estemos. Su vecindario, su oficina o su hogar es donde debiera de estar su ministerio. Es por eso que Dios le colocó a usted ahí. En Juan 15 Jesús les dijo a Sus discípulos que Él les había nombrado, y la palabra significa “colocados de manera estratégica”. Él les había colocado en el lugar donde Él quería que estuviesen. Esto es algo que se destaca de una manera maravillosa aquí al observar nosotros a estas personas que trabajaban en su propio vecindario.
Por último, cada uno de ellos completó la labor que le había sido asignada. Continuaron el trabajo hasta que lo terminaron. Algunos tenían más que hacer que otros, pero ninguno de ellos falló, excepto los “nobles” de Tecoa que no estaban dispuestos a ensuciarse las manos. Yo he aprendido a lo largo de los años que la responsabilidad es siempre la marca de la madurez espiritual. Los miembros más maduros de una congregación son aquellos que siguen adelante con el trabajo que les ha sido asignado a ellos hasta que lo terminan.
3.1 El sumo sacerdote es la primera persona mencionada que se puso a trabajar vigorosamente y ayudó en la obra. Los líderes espirituales no solo deben guiar de palabra, sino por medio de la acción. La puerta de las Ovejas era la puerta que se usaba para meter las ovejas a la ciudad y llevarlas al templo para los sacrificios. Nehemías hizo que los sacerdotes repararan esta puerta y la correspondiente sección del muro, respetando el área de interés de los sacerdotes a la vez que enfatizaba la importancia de la adoración. 3.1ss Todos los ciudadanos de Jerusalén hicieron su parte en la enorme obra de reconstrucción del muro de la ciudad. De manera similar, el trabajo de la iglesia requiere del esfuerzo de cada miembro para que el cuerpo de Cristo funcione con eficacia (1Co 12:12-27). ¡El cuerpo lo necesita! ¿Está usted haciendo su parte? Busque un lugar para servir a Dios y comience a contribuir con cualquier cosa que se requiera.-
 

domingo, 30 de julio de 2017

Una clase de paz diferente


Juan 16:25-33Yo he vencido al mundo

¨Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo¨ Juan 16:33
Cuando tenemos problemas en el trabajo, en casa o en cualquier otra parte, ¿cómo afecta eso a nuestra actitud? ¿Por qué es la auténtica paz el resultado de la confianza en la persona de Jesús?
La seguridad de estos discípulos dependía de la habilidad que creían tener para entender lo que Jesús les estaba diciendo. Ellos querían saberlo y pensaban que cuando lo hiciesen tendrían paz. “Ahora lo sabemos”, dijeron. “Ahora lo entendemos”. Jesús les había estado hablando haciendo uso de simbolismos, como pueda ser el lavado de los pies, la viña y las ramas y la mujer dando a luz. “Pero ahora nos estás hablando con claridad. Ahora sabemos y entendemos que tú eres verdaderamente de Dios.” Sintieron una sensación de seguridad porque habían entendido esto.
¡Esto es tan semejante a nosotros! Creemos que Dios tiene que explicar lo que estamos pasando y que entonces nos sentiremos seguros. Nuestra paz necesita descansar en un cierto conocimiento de lo que está sucediendo. Pero nuestro Señor se anda con mucho cuidado para dejar claro que esta clase de paz es realmente muy insegura. “Cuando no haya pasado más que una hora estaréis corriendo como si fueseis un puñado de ovejas asustadas. Decís que sabéis quién soy, decís que entendéis que yo he venido de Dios y que yo sé todas las cosas. ¿Sabéis que en una hora os sentiréis tan confusos y tan inseguros por lo que sucederá que saldréis corriendo y me abandonaréis? En lugar de confiar en mí para que yo resuelva las cosas, me abandonaréis y no querréis que se os relacione conmigo, a pesar de lo cual no estaré solo. Mi seguridad no se verá amenazada en esa hora, porque el Padre está conmigo. Y os digo estas cosas para que sepáis la clase de paz que tengo. No se basa en lo que suceda o ni siquiera en lo que yo entienda respecto a lo que esté pasando, sino en la confianza en aquel que controla lo que sucede. Os digo esto a vosotros para que en mí tengáis paz. En el mundo no tendréis otra cosa que no sea turbación, os sentiréis turbados en el trabajo, en la escuela, en vuestro hogar y en vuestra familia. No tendréis más que turbación, porque así es el mundo. Pero sed de buen ánimo, porque yo he vencido al mundo.”
¿No es esta verdaderamente una palabra de estímulo? Yo he pasado por momentos de verdadera tensión personal y profundo sufrimiento, momentos de inseguridad y de falta de comprensión, no sabiendo lo que Dios estaba realmente haciendo, percibiendo que estaba obrando de maneras que yo pensaba que eran totalmente equivocadas, pensando que no tenía derecho a hacerme a mí las cosas de ese modo, y he tenido que descansar en estas tremendas revelaciones de Su Palabra. “Podéis tener mi paz”, dice Jesús, “mi sentido de seguridad”, que depende no de las circunstancias, ni de haber entendido las circunstancias que tanto ansiamos, sino en la confianza de que Aquel que está guiando las circunstancias sabe lo que está haciendo. Es en eso en lo que se basa la paz.
Señor, concédeme que aprenda a hacer que Tú seas mi fuente de paz, en lugar de buscar la paz en las circunstancias o incluso en mi manera de entender lo que Tú estás haciendo.

domingo, 2 de julio de 2017

Estudio bíblico de Jeremías 1:1-19

Jeremías 1:4-19

En el día de hoy, amigo oyente, regresamos a nuestro libro de Jeremías. En nuestro programa anterior presentamos un esquema general de este libro, en el cual dijimos que el capítulo 1 contenía el llamado del profeta durante el reino de Josías, rey de Judá. Después describimos la sucesión de reyes bajo los cuales Jeremías profetizó, culminando con Sedequías. Cuando éste se rebeló, Nabucodonosor vino y destruyó Jerusalén enviando a Sedequías cautivo a Babilonia. A Jeremías se le permitió continuar en la tierra de Judá y allí continuó su ministerio entre el remanente de israelitas que había quedado en Jerusalén. Pero ellos obligaron al profeta a ir con ellos a Egipto, donde Jeremías continuó su ministerio hasta el día de su muerte. Dijimos al final que hubo dos cosas que caracterizaron a la vida de Jeremías: sus lágrimas y su soledad. Podemos decir que esas son las señales del ministerio cristiano en las vidas de aquellos que sirven a Dios.

Ahora, en el versículo 4, de este capítulo 1 de Jeremías, leemos:

"Vino, pues, palabra del Señor a mí, diciendo"

Y así llegó la palabra del Señor a Jeremías. Nunca podríamos enfatizarlo demasiado. Tenemos que estar dispuestos a escucharla, porque es un mensaje de la Palabra de Dios. No nos proponemos explicar cómo Dios la hizo llegar al profeta, pero se la comunicó, y ha quedado registrada para nosotros como la Palabra de Dios. Continuemos leyendo el versículo 5:

"Antes que te formara en el vientre, te conocí, y antes que nacieras, te consagré, te di por profeta a las naciones."

Nos alegramos que la madre de Jeremías no creyera en el aborto, pues este gran profeta entonces no habría nacido. El fue una persona desde el mismo momento en que fue concebido. En el Salmo 139:15 el rey David dijo: No fue encubierto de ti mi cuerpo, aunque en oculto fui formado y entretejido en lo más profundo de la tierra. Es decir, que él fue formado en el vientre de su madre, y en ese momento, su vida comenzó. Porque hay un gran desarrollo del feto en el mismo comienzo del proceso de gestación. El aborto es un crimen, a no ser que se lleve a cabo para salvar una vida. Esa es la forma en que la Palabra de Dios considera este tema. Dios le dijo a Jeremías, antes que te formara en el vientre, te conocí, y antes que nacieras, te santifiqué, te consagré.

Ahora, ¿por qué le habló Dios de esta manera a Jeremías? Estimado hermano, es que Dios le iba a pedir a Jeremías que comunicara un mensaje al pueblo de Judá que sería rechazado. El profeta iba a ser encarcelado debido a su identificación pública del lado de Dios. Su mensaje quebrantaría su propio corazón porque él amaba a su pueblo, y detestaba decirles lo que les iba a suceder.

Pero Dios quería un hombre como éste, un hombre tierno. Para comunicar al pueblo Su mensaje. A la corte de los antiguos reyes Acab y Jezabel Dios había enviado a un profeta duro llamado Elías. Pero antes de que el reino de Judá fuera conducido al cautiverio, Dios quiso que Su pueblo supiera que El los amaba, y que quería salvarlos, quería librarlos. Por tal motivo escogió a este hombre Jeremías.

Por lo tanto Dios le estaba hablando de esta manera a Jeremías para animarle. Le dijo que El era el que lo había llamado y lo había consagrado y nombrado profeta.

La palabra santificar simplemente significa "apartar, separar para el uso de Dios". Aquellas vasijas viejas que había en el tabernáculo o tienda del desierto y en el templo, que habían sido rozados y golpeados por el uso durante tantos años, fueron llamados "vasos santos" "vasos santificados". Y, teniendo en cuanta que el aspecto de tales vasos indicaba claramente que debían ser cambiados por otros nuevos, ¿por qué eran llamados "santos"? Porque estaban dedicados al uso de Dios. Cualquier cosa que esté separada, dedicada al uso de Dios se considera santificada.

Fue como si Dios le hubiera dicho a Jeremías: "Antes de que nacieras, te consagré para mi uso. Así que no te preocupes por el efecto de tu mensaje. Tu simplemente comunícalo".

Francamente, Dios espera lo mismo de mí y de cada uno de nosotros. Yo me siento cómoda al preparar estos mensajes y no ando con rodeos sino que digo las cosas directamente. Estamos presentando la Palabra de Dios tal como ella es. Esa es mi responsabilidad. Y digo esto con el mayor respeto. Yo no me siento responsable ante usted, amado hermano, sino ante Dios, a quien tengo que rendirle cuentas. Lamento mucho si en alguna ocasión lo que yo diga no es de su agrado, aunque yo querría que lo fuera. Y conviene aclarar que la Palabra habla para todos. En ese sentido estamos todos en el mismo nivel y suele hablarnos primero a quienes la comunicamos a los demás; y a veces, esa Palabra señala áreas de nuestro carácter, de nuestra vida, que no nos agrada escuchar. Así que una vez que nos hemos examinado a nosotros mismos frente a ella, somos responsables ante Dios de comunicarla a los demás, porque hemos sido dedicados a este ministerio. Y a veces, las personas se resienten contra el mensajero, por causa del mensaje, porque el mensaje les molesta, les incomoda.

Y Dios continuó diciendo, como vemos en el versículo 5, te di por profeta a las naciones. Estas palabras le dieron autoridad a Jeremías. Le proporcionaron ánimo que le ayudaría a soportar los días oscuros que iba a vivir.

Veamos ahora la respuesta del profeta. Leamos el versículo 6:

"Yo dije: ¡Ah, ah, Señor Dios! ¡Yo no sé hablar, porque soy un muchacho!."

En aquellos días Jeremías tenía probablemente unos 20 años de edad, pero ante las palabras de este versículo no nos lo imaginamos con esa edad. En realidad, él no era un niño en la forma en que usted y yo pensamos de un niño. La palabra "niño" aquí es la misma palabra que se tradujo "joven" en Zacarías 2:4, donde el ángel le dijo a Zacarías: Corre, habla a este joven En verdad, Jeremías era un hombre joven y lo que quería decir era lo siguiente: "Yo soy joven, una persona sin experiencia. No soy capaz de llevar a cabo semejante tarea. No me considero preparado para ello."

Ahora, ¿se ha dado usted cuenta de que la persona que Dios usa, es la que piensa que no puede hacer las cosas? Si usted piensa que puede hacerlas hoy, entonces, estimado oyente, no creemos que Dios pueda a usarlo a usted.

En cierta ocasión, una persona que desempeñaba cierto ministerio cristiano fue a ver a un siervo de Dios veterano, de gran experiencia, para quejarse, lleno de celos hacia otra personas, y le dijo: "Yo tengo más capacidad que tal persona, mejor preparación, mayor facilidad de palabra, y me gustaría saber por qué Dios está usando a esa persona, y no a mí". El veterano maestro le respondió: "Su problema es que usted se considera capaz y competente para hacerlo todo. La otra persona, a quien usted se refiere, cree que no puede llevar a cabo su ministerio para Dios, por sí misma. Y el caso es que Dios siempre utiliza a esa clase de personas, Dios elige a las personas que son conscientes de su debilidad."

Jeremías se sintió insuficiente, incapaz, poco preparado. Escuchemos la respuesta que Dios le dio. Leamos el versículo 7, de este primer capítulo del libro de Jeremías:

"Me dijo el Señor: No digas: "Soy un muchacho", porque a todo lo que te envíe irás, y dirás todo lo que te mande."

Tomemos nota de la frase dirás todo lo que te mande. Son precisamente las comunidades e iglesias cristianas que creen en la Biblia las que están creciendo numéricamente y en desarrollo espiritual, y en donde se vive una dinámica de testimonio y expansión. Allí los maestros y predicadores creen lo que están diciendo, y no se dejan llevar por ideas o teorías que suelen pasar con el tiempo, para dar lugar a otras. En estas palabras a Jeremías, vemos que el profeta proclamaría su mensaje con una autoridad dada por Dios mismo. Por ello estas palabras que le sirvieron de ánimo y de consuelo a él, son válidas también para todos aquellos que difundimos la Palabra de Dios. Continuemos leyendo el versículo 8;

"No temas delante de ellos, porque contigo estoy para librarte, dice el Señor."

Aquí vemos la seguridad que transmiten estas palabras no temas delante de ellos. Esa seguridad convierte la tarea de proclamar la Palabra de Dios en una labor agradable. Por ello Dios le dijo que fuera a donde El le enviara para comunicar Su mensaje con convicción y valor. La palabra nunca volverá vacía, sino que cumplirá el propósito para el cual Dios la envió.

Cada vez se necesitan más personas que hablen con autoridad de lo que Dios ha escrito en Su Palabra. Esto es todo lo que El nos pide que hagamos. En un sentido, es una tarea sencilla y en otro sentido, es una labor muy difícil

Dios le dijo a Jeremías, No temas. . . porque contigo estoy para librarte. Es como si le hubiera dicho: "¡Tranquilo, que estoy de tu parte!" Martín Lutero dijo: "Una sola persona con Dios, constituye una mayoría". Y esto siempre ha sido cierto. Como cristianos podremos pensar que estamos en minoría, pero a la hora de la verdad estamos en la mayoría. Continuemos leyendo en este primer capítulo de Jeremías, el versículo 9:

"Extendió el Señor su mano y tocó mi boca, y me dijo el Señor: He puesto mis palabras en tu boca."

He puesto mis palabras en tu boca. Esta es una frase muy importante, Dios ha inspirado las palabras de las Sagradas Escrituras, no simplemente los pensamientos o las ideas de la Escritura. Por ejemplo, el diablo no fue inspirado por Dios para contar una mentira, pero el registro de la Biblia que relata que el diablo dijo una mentira, es inspirado.

Esta idea a veces no ha sido bien entendida y por tal motivo a veces no pueden recomendarse algunas llamadas "traducciones" de la Biblia que, en realidad, pueden ser buenas interpretaciones, pero como traducciones son deficientes, porque las mismas palabras de las Sagradas Escrituras son inspiradas.

Y esta verdad confirmó la autoridad del mensaje de Jeremías. De ahí la importancia de que Dios le dijera al profeta: he puesto mis palabras en tu boca. Y luego, en el versículo 10, dijo:

"Mira que te he puesto en este día sobre naciones y sobre reinos, para arrancar y destruir, para arruinar y derribar, para edificar y plantar."

Jeremías profetizó durante los reinados de Josías, Joacaz, Joacim, Joaquín y Sedequías. Todos estos reyes tenían varias oficinas y proyectos de gobierno. Todos tenían la intención de mejorar Jerusalén. Iban a tratar los problemas para la ecología y el estado de los barrios bajos. Cada uno tenía programas de asistencia social para los necesitados. Pero ninguno de ellos prestó mucha atención al profeta Jeremías, más bien lo ignoraron. Ahora, han transcurrido casi 3.000 años. ¿Podría hoy alguien mencionar alguno de aquellos proyectos gubernamentales? ¿Podemos recordar algo digno de mención que haya hecho el rey Sedequías? ¿O algún hecho meritorio realizado por Joacim y Joaquín? En la historia no ha quedado nada bueno sobre ellos registrado. Sin embargo en su tiempo, todos creyeron que estaban actuando bien y gozando de la aceptación popular. Sin embargo, Jeremías fue ignorado. Pero, ¿acerca de quien han leído innumerables creyentes de todas las épocas y leemos en la actualidad? Pues acerca de Jeremías.

El libro de Jeremías, estimado hermano, es la Palabra de Dios. Ha sobrevivido y va a perdurar en nuestra época. Usted y yo estamos viviendo en un mundo donde ya no se escucha a Dios. Su voz ya no se escucha en los centros de decisión política, en las aulas de las universidades o en colegios, y entre muchos científicos. Pero Dios continúa hablando y Su Palabra sobrevivirá.

Dios le estaba diciendo a Jeremías que le asignaría la responsabilidad de comunicar Su Palabra al reino de Judá. Y el pobre Jeremías quería retirarse incluso antes de comenzar su tarea.

Después Dios le presentó a Jeremías dos grandes figuras relacionadas con su ministerio profético. Leamos el versículo 11 de Jeremías 1.

"La palabra del Señor vino a mí, diciendo: «¿Qué ves tú, Jeremías?». Yo respondí: «Veo una vara de almendro»."

El almendro era conocido como el "despertador" o el "observador". Era el primer árbol que aparecía después de la larga noche del invierno con las flores de la primavera. Este era en realidad el primer árbol que salía de la larga noche del invierno en el cual brotaban las flores de la primavera. Y como el almendro, Jeremías tenía que ser como un reloj despertador. El iba a tratar de despertar espiritualmente a la gente, pero ellos no querían que se les despertara. A nadie que esté durmiendo le agrada que se le despierte. Un reloj despertador es uno de los objetos más impopulares del mundo. Hay personas que incluso descargan su primer impulso agresivo del día al despertarse y tratar de acallar ese sonido inoportuno. Y Jeremías iba a actuar como un despertador para la nación de Judá. Y dijo en el versículo 12:

"Dijo el Señor: «Bien has visto, porque yo vigilo sobre mi palabra para ponerla por obra»."

Dios estaba diciendo que la palabra que le iba a dar al profeta los iba a despertar, les sacudiría arrancándolos de su sueño profundo. Y en el versículo 13, leemos:

Vino a mí la palabra del Señor por segunda vez, diciendo: «¿Qué ves tú?». Yo dije: «Veo una olla hirviendo, que se vierte desde el norte».

¿Cuál era esa olla hirviendo? En los días de Jeremías, Egipto y Asiria ya no constituían un peligro para el reino del sur, o de Judá, pero alrededor de la llamada "media luna fértil", en el norte, se había estaba gestando algo comparable a una olla hirviendo. Y se trataba del creciente poder de Babilonia, que finalmente destruiría a Judá. La tarea de Jeremías consistiría en advertir constantemente a su pueblo lo que le iba a suceder a su nación. Continuemos escuchando las palabras del Señor en los versículos 14 y 15:

"Me dijo el Señor: Del norte irrumpirá el mal sobre todos los moradores de esta tierra. Porque yo convoco a todas las familias de los reinos del norte, dice el Señor; vendrán, y pondrá cada uno su campamento a la entrada de las puertas de Jerusalén, junto a todos sus muros en derredor y contra todas las ciudades de Judá"

Un siglo antes, Dios había librado a Jerusalén de un enemigo, y en los días de Jeremías todos los falsos profetas estaban yendo por todas partes diciendo que Dios los iba a librar otra vez.

Todos los profetas de Dios del pasado, Oseas, Joel, Amos, Miqueas y Nahum, todos aquellos que habían sido contemporáneos del profeta Isaías, habían desaparecido de la escena. Creemos que Sofonías y Habacuc aun vivían. Los profetas Ezequiel y Abdías también eran contemporáneos de Jeremías, pero no iban a profetizar hasta que los cautivos estuvieran realmente en Babilonia. EL profeta Daniel también profetizaría más adelante. Pero en ese tiempo, Jeremías estuvo solo, y él tuvo que anunciar estos juicios que vendrían sobre la nación.

Y, ¿cuál sería la reacción al mensaje? Leamos, finalmente por hoy, el versículo 19 de este primer capítulo del libro de Jeremías.

"Pelearán contra ti, pero no te vencerán, porque yo estoy contigo, dice el Señor, para librarte."

Fue como si el Señor le hubiera dicho: "Sigue adelante Jeremías. Ellos se te van a resistir, no querrán escuchar tu mensaje, pero tú tienes que comunicarlo". Jeremías se sintió incapaz e indigno del oficio de profeta, y había expresado ese sentimiento como una excusa. Pero Dios le dijo: "Voy a poner mis palabras en tu boca, y tu estarás expresando mis propias palabras."

Creo que nadie debería subirse a un púlpito y pronunciar un mensaje hasta que tenga la seguridad de que va a comunicar la Palabra de Dios. Si alguien tuviera dudas al respecto, o si siente que debería expresar sus propias ideas, ideas que eludan mencionar o desnaturalicen los puntos claves del evangelio, debería mantenerse alejado del púlpito. Indiferentemente de su grado de conocimiento de las técnicas de la predicación, de cuanta conozca sobre la ciencia de la interpretación, de cuanta teología, o del nivel de entrenamiento sofisticado que haya recibido, debería de abstenerse de decir que va a exponer la Palabra de Dios, si realmente no va a hacerlo. En el caso de Jeremías, él pudo tener la convicción y confianza de que iba a expresar las mismas palabras de Dios.

viernes, 30 de junio de 2017

NO HAGAN LO QUE ELLOS HACEN

Mateo 23:1-12
1. Jesús acusa a los fariseos y a los escribas de no ser coherentes con sus enseñanzas
Jesús hace una denuncia pública de la hipocresía de los fariseos responsables de interpretar la ley de Moisés en la sinagoga y ante el pueblo judío. La frase “en la cátedra de Moisés se sientan los escribas y los fariseos” (v. 2) podría significar que los fariseos eran los que continuaban la obra de Moisés o los que hablaban con la autoridad de Moisés. Podría ser también que había una silla en la sinagoga en la que se sentaban delante del grupo para enseñar.
En otras ocasiones Jesús les pide a sus oyentes que se cuiden de las enseñanzas de los fariseos (Mt 16:12), pero en este pasaje les pide a la gente y a sus discípulos que guarden y hagan lo que los fariseos y escribas dicen, pero no lo que ellos hacen (v. 3). No critica la ley, sino la práctica de los escribas y los fariseos que no estaba en concordancia con sus palabras. Critica la falta de coherencia entre fe y vida.
2. Prácticas no coherentes con el mensaje
2.1. Exigir lo que ellos no cumplen (v. 4):
“Atan cargas pesadas y difíciles de llevar” es una metáfora que explica que las exigencias de los líderes religiosos al pueblo eran difíciles de cumplir y que ni ellos mismos las cumplían. Jesús acusa a los intérpretes de la ley de poner sobre los hombros de la gente cargas pesadas que ellos mismos no estaban dispuestos a mover ni con un dedo.
Es por eso que Jesús en varios pasajes de los evangelios los llama “hipócritas” (por ejemplo en Mt 21:13), porque con su apariencia de piadosos hacían creer al pueblo que eran rigurosos cumplidores de la ley, pero la verdad era otra. Ellos mismos no cumplían sus propias reglas.
El apóstol Pablo, en su carta a los romanos, les hace el mismo reproche a quienes se llamaban judíos, se apoyaban en la Ley y se gloriaban en Dios: “Tú, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” y también: “Tú que te jactas de la Ley, ¿con infracción de la Ley deshonras a Dios?” (Ro 2:17-23).
2.2. Querer ser vistos y admirados por los demás (v. 5):
Los fariseos realizaban sus prácticas religiosas para ser vistos por los demás. Una de sus prácticas vanidosas para ser admirados era la de ensanchar sus filacterias que eran cajitas o fajitas de cuero con fragmentos de pergamino que contenían pasajes del Antiguo Testamento como Dt 6:4-6 y 11:13-21. Estas filacterias se colgaban en la frente o en la muñeca de la mano izquierda.
Otra de sus prácticas era la de extender los flecos de sus mantos. Estos flecos o borlas eran adornos azules en las togas o mantos de oración que les recordaban la Torá (véanse Nm 15:38 y Dt 22:12). Lo que le tocó a Jesús la mujer enferma de flujo de sangre fue precisamente una borla de su manto (Mt 9:20). Los fariseos pretendían que la mayor longitud de las borlas de sus mantos fuera interpretada como señal de una mayor devoción.
En la actualidad tenemos otras prácticas religiosas externas que se realizan para demostrar la “devoción”, y ser admirados/as por los demás. Se me ocurren los siguientes ejemplos:
a) el de los líderes religiosos actuales de algunas “megaiglesias,”  los “ministros de alabanza” y los cantantes que esperan que en los afiches y anuncios en gigantografías figure su mejor foto;
b) el de los autodenominados “apóstoles” que hacen su entrada al templo como los políticos o grandes figuras de la vida pública, escoltados por guardespaldas;
c) el de las iglesias que en la celebración se sientan a ver y a imitar a su líder que aparece en una pantalla, sentado en un sofá como un rey, con los ojos cerrados y repitiendo las mismas frases una y otra vez, como si fueran cantos con gemidos (¡aunque cueste creerlo, lo he visto aquí en La Paz, Bolivia!);
d) el del llamado “evangelio de mercado,” por el cual, al terminar la reunión, se venden las prédicas del líder, lo mismo que pañuelos y listones de tela ungidas por el mismo apóstol o líder.
Todos estos son ejemplos de prácticas religiosas que constituyen muestras de soberbia y vanidad no acordes con el evangelio ni con el ejemplo de Jesús.
2.3. Buscar privilegios (v. 6):
Jesús acusa a los fariseos de amar los primeros asientos en las cenas y las primeras sillas en las sinagogas. Tanto los líderes religiosos del tiempo de Jesús como los de hoy buscan lugares de privilegio, ser reconocidos, sobresalir entre los demás.
Santiago y Juan eran discípulos de Jesús que también anhelaban lugares de privilegio y a través de su madre le pidieron a Jesús que se los concediera. Pero Jesús les dijo que enseñorearse y ejercer potestad o autoridad sobre los demás era una práctica de los gobernantes de las naciones. La práctica de sus seguidores, en cambio, debía ser la grandeza del servicio, siguiendo el ejemplo que Jesús mismo les daba, puesto que el Hijo del hombre “no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por todos” (Mt 20:20-28).
2.4. Buscar reconocimiento (v. 7):
Los fariseos buscaban ser saludados en público y que se los llamase “Rabí.” El tiempo de duración de los saludos era concordante con la dignidad o categoría social de la persona que recibía el saludo.
“Rabí” era un vocablo arameo que se empleaba como título honorífico para designar a los maestros. A los fariseos les gustaba ser reconocidos y respetados como maestros. Otro título honorífico era “Abba” o padre. Jesús les dijo a sus discípulos y a la gente que lo escuchaba: “No llaméis padre vuestro a nadie en la tierra, porque uno es vuestro Padre, el que está en los cielos. Ni seáis llamados maestros, porque uno es vuestro Maestro, el Cristo” (vv. 9-10). “Todos vosotros sois hermanos” (v. 8). En el reino de Dios todos los y las creyentes en Cristo somos iguales, sin rangos que nos separen a unos de otros; es un “discipulado de iguales.”
En la actualidad tenemos muchos líderes que sólo con dificultad aceptarían que se los llame únicamente hermano o hermana. Buscan ser nombrados “reverendos” o “doctores,” y aún más que pastores el nuevo título es “apóstol.” Estos líderes buscan el reconocimiento de todos/as y se vuelven inaccesibles para el común del pueblo. Se los ve por las pantallas de los medios de comunicación, y en los púlpitos hermosos de sus grandes y costosos templos, y se tienen que hacer citas con mucha anticipación para ser recibidos en sus oficinas. La enseñanza de Jesús contradice esas prácticas llenas de soberbia.
3. El ejemplo de Jesús: la grandeza del servicio
“El que es el mayor de vosotros sea vuestro siervo, porque el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido” (vv. 11-12). No es fácil comprender las palabras de Jesús en relación con la grandeza, ya que para nuestro entender el que es servido y tiene a los demás bajo sus órdenes es el grande o jefe, pero en el Reino de Dios la grandeza consiste en servir a los demás, en hacerse humilde y darse a los demás. La manera de ser grande que enseñó Jesús a sus discípulos es diferente a nuestra lógica y a las prácticas más habituales de este mundo (Mc 10: 42-44).
Jesús demostró con su ejemplo de vida que vino a este mundo a servir y no a ser servido. Con su humillación se hizo obediente hasta la muerte de cruz y justamente por ello Dios “lo exaltó sobre todas las cosas y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, en la tierra y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre” (Fil 2:6-11).

martes, 27 de junio de 2017

Declare la fidelidad de Dios

Yo declaro que experimentaré la fidelidad de Dios. No me preocuparé, no dudaré, seguiré confiando en Él, sabiendo que no me fallará. Viviré cada promesa que Dios ponga en mi corazón y llegaré a ser todo lo que Dios quiso que fuera. Esta es mi declaración.
Todos tenemos sueños y metas en nuestro corazón. Hay promesas en las que creemos. Quizá está usted creyendo que alguno de sus hijos experimentará un cambio, o creyendo que volverá a recobrar la salud, creyendo que comenzará un nuevo negocio o que estará en el ministerio. En su interior, muy dentro de usted, Dios se lo ha dicho en su espíritu, lo ha hecho nacer en su interior. Pero con mucha frecuencia, como de eso hace ya mucho tiempo y hemos experimentado decepciones, empezamos a ser negativos y a pensar que eso no ocurrirá.
La razón por la que muchas personas no ven cumplidas las promesas de Dios es porque se desaniman y se rinden demasiado pronto. Pero solo porque usted vea que no está ocurriendo nada no significa que Dios no esté actuando. Solo porque esté tardando mucho tiempo no quiere decir que Dios se haya quedado sin opciones. Su mente le dice: Se terminó. Sus emociones le dicen: No hay manera.
Las circunstancias parecen imposibles, pero eso no significa que Dios no vaya a hacer lo que Él ha dicho. Dios es fiel a su Palabra. Todas sus promesas son “Sí” y “Amén”. Eso significa que si usted hace su parte y cree aunque parezca imposible, y no deja que su mente, sus emociones u otras personas le saquen de ahí, entonces Dios promete que a su tiempo, en el instante oportuno, Él hará que suceda. Quizá no sea exactamente como usted esperaba o según su calendario, pero Dios es un Dios fiel. Ocurrirá. Él no le dejará. Eso es lo que dijo en Hebreos13:5-6: “No te desampararé, ni te dejaré; de manera que podemos decir confiadamente: El Señor es mi ayudador; no temeré lo que me pueda hacer el hombre”. Tiene que dejar que esta promesa profundice en su interior: “No te dejaré”. Dios está diciendo: “Todo va a salir bien. Lo tengo todo controlado. Sé lo que dice el informe médico. Conozco cómo está la situación económica. Veo a las personas que vienen contra ti. Sé lo grandes que son tus sueños. Y escúchame bien: no te dejaré, no te desampararé. No permitiré que ese problema te venza. Haré que seas tú el vencedor”. Dios está diciendo que si seguimos confiando en Él, siempre abrirá un camino aunque parezca que no hay camino. Él le dará fuerza para cada batalla, sabiduría para cada decisión, paz que sobrepasa todo entendimiento. Dios le defenderá de los males que hayan cometido contra usted. Él dará el pago por las situaciones injustas. Él prometió que no solo hará que se cumplan sus sueños, sino que también le dará incluso los deseos secretos de su corazón.
Atrévase a confiar en Él. Regrese a ese lugar de paz. Deje de preocuparse, estresarse, preguntarse si sucederá o no. Dios le tiene en la palma de su mano. Él nunca le ha fallado antes, y la buena noticia es que Él no lo va a hacer ahora.

Hasta que la muerte nos separe

Y se levantó Abraham de delante de su muerta, y habló a los hijos de Het, diciendo: Extranjero y forastero soy entre vosotros; dadme propiedad para sepultura entre vosotros, y sepultaré mi muerta de delante de mí. Génesis 23:3-4
¿Estamos nosotros viviendo en las sombras creadas por haberle dado la espalda a la Verdad y a la Vida que tenemos en Cristo Jesús? ¿A quién acudimos cuando la vida se derrumba?
A mí me encanta la frase: “se levantó Abraham de delante de su muerta”. Eso implica que tuvo que cuadrarse y enfrentarse de nuevo con la vida, a lo cual le sigue una maravillosa confesión de fe: “Extranjero y forastero soy entre vosotros”. Esta es la palabra de un hombre que mira más allá de lo que tiene que ofrecer la tierra y ve la ciudad que tiene fundamentos, cuyo constructor y hacedor es Dios.
Aunque Abraham había estado llorando en el valle de la sombra de muerte, sintió de algún modo que no podía haber sombra sin que hubiese una luz en alguna parte. ¿Ha aprendido usted eso? Cuando aparecen las sombras en su vida, es una señal de que debe de haber luz en alguna parte. Como es lógico, si le damos la espalda a la luz, entonces somos nosotros mismos los que causamos la sombra. Yo creo que las personas están viviendo actualmente en una sombra constante porque le han dado la espalda a la luz, y ellos mismos oscurecen su propia existencia. Pero si nos colocamos de cara a la luz, contemplando esa luz que procede de la ciudad cuyo constructor y hacedor es Dios, entonces solo aparece la sombra temporalmente cuando algún objeto oscurece la luz durante un momento.
Después de todo, eso es lo que es la muerte; es sencillamente un oscurecimiento temporal de la luz. Pero el hombre de fe eleva sus ojos y mira más allá de la sombra y ve la luz que todavía brilla, y les dice a estas personas: “Yo soy un extranjero y forastero entre vosotros. No hay nada que me satisfaga aquí abajo y no puedo nunca establecerme entre vosotros”. Toda la tierra le había sido dada por la promesa de Dios, pero el cuerpo muerto de su esposa ante él le recuerda que no ha llegado todavía el tiempo de Dios. Su fe no se debilita a causa de la muerte de Sara, sino más bien se fortalece a causa de ella.
Si Abraham no se hubiese acordado de que era un peregrino y un extranjero, su corazón hubiese quedado destrozado por la desesperación a causa de la muerte de su amada esposa y compañera. Pero Abraham eleva sus ojos por encima de esto a la luz de la ciudad más arriba. Se acuerda de que nada en esta vida se suponía que cubriese totalmente las necesidades del corazón del peregrino extranjero que pasa por ella.
El Dr. Barnhouse. escritor, pastor, teólogo y pionero en la radiodifusión, en su programa, La Biblia hora de estudio, continúa hoya día como el Dr. Barnhouse y la Biblia.- cuenta de una mujer joven cuyo esposo había muerto en acción durante la guerra. Cuando llegó el telegrama, esta mujer cristiana lo leyó hasta el final y luego le dijo a su madre: ―Voy a subir a mi cuarto; por favor no me molestes.
Su madre llamó a su padre al trabajo y le contó lo que había sucedido, y él volvió apresuradamente a la casa y subió de inmediato a la habitación. Su hija no le oyó entrar, y él la vio arrodillada junto a su cama. El telegrama estaba abierto sobre la cama ante ella y ella estaba inclinada sobre él. Y al estar allí, le oyó decir a su hija: “¡Oh, mi Padre, mi Padre celestial!”. El hombre se dio la vuelta y bajó las escaleras, y le dijo a su mujer: ―Está en mejores manos que las mías.
Esto es lo que hace la fe en la hora del dolor. La fortaleza misma de la fe de Abraham en medio de su angustia es que él es un extranjero y forastero, un peregrino de paso hacia la única ciudad que puede satisfacer al corazón humano.
Padre, sé que la vida puede a veces golpearnos de una manera terrible. Permite que yo sea capturado por Aquel que ha dicho que yo no puedo estar nunca completamente satisfecho con lo que hay aquí, y haz que mis ojos se fijen en la luz que procede de la ciudad más allá, para que yo sea adaptado a ese lugar.
 
 
 
Aplicación a la vida
 

lunes, 19 de junio de 2017

El elevado precio del compromiso



Es preciso que recordemos siempre que no vivimos en aislamiento. ¿Meditamos nosotros en nuestras opciones, conscientes de que la dirección que sigamos tiene graves consecuencias que afectan a otras personas?
Antes de este incidente, estas dos muchachas eran físicamente vírgenes, pero estaban ya pervertidas en sus mentes. Hacía ya mucho que se habían acostumbrado a la obscenidad y habían sido inevitablemente seducidas, de modo que en la cueva, en lo alto de las montañas, se aferraron a las más leves excusas, y la historia termina con una orgía repugnante de borracheras e incesto. Lot no tuvo otra cosa que no fuese un profundo dolor como resultado de sus años en Sodoma. El Señor dijo: “porque todo aquel que quiera salvar su vida, la perderá” (Mateo 16:25a). De manera que Lot, deseando sacarle el mejor partido a ambos mundos, lo perdió todo convirtiéndose durante un tiempo en la imagen del cristiano que “será salvo, aunque así como por fuego” (1 Corintios 3:16b). No tiene otra cosa que no sean años perdidos en los que pensar y toda una eternidad por delante. Cuando intenta usted obtener lo mejor de los dos mundos, destruye usted a otras personas además de a sí mismo. ¿Cuál fue el más agudo dolor que sintió Lot en su corazón al despertarse allí en la cueva en las montañas y enterarse de lo que había sucedido? ¿Cree usted que fue sufrimiento por la riqueza perdida, por su honor perdido, por su mente turbada? ¿No cree usted que la más grande y más profunda herida de todas en el corazón de este hombre fue el reconocer lo que había hecho a sus seres amados en Sodoma, a sus hijas y a su mujer?
Vuestros hijos os están observando a vosotros padres y son testigos de vuestra respetabilidad exterior, vuestro deseo de tener la razón y de hacer el bien. Pero en el caso de algunos de vosotros, también ven que la cosa de más valor en vuestra vida es obtener ganancias o disfrutar los placeres. Se dan cuenta de que sacrificaréis rápidamente el ir a una reunión de oración por una noche de diversión, que estáis siempre dispuestos a conseguir un sueldo superior, sean las que fueren las consecuencias para la familia en términos de nuevas condiciones o nuevos círculos de amistades. Ven que aquellas cosas por las que os sacrificasteis y por las que estáis dispuestos a escatimar y ahorrar no son las misiones o la iglesia o la obra de Dios, sino un coche nuevo, una televisión nueva, muebles más atractivos, unas vacaciones más largas o un hogar pretencioso. Ellos están observando y ven todas estas cosas.
Poco a poco los hijos van perdiendo el interés en la Biblia y en la iglesia. Entonces deciden prosperar en el mundo y ganarse el respeto de Sodoma, sin importar las restricciones morales que tienen que tirar por la borda para conseguirlo. Este es el motivo por el que vemos la tragedia en los hogares cristianos en los que los hijos se están apartando de Dios. Y el profundo dolor de sus corazones será que, a pesar de que ellos todavía tienen su propia fe, debido a su compromiso han perdido a sus hijos. Esta trágica historia de Lot está sucediendo aquí y ahora, en las modernas Sodoma y Gomorra en las que vivimos.
Padre, gracias por esta dura, pero amorosa advertencia de la vida de Lot. Ayúdame a saber tomar decisiones que tendrán un resultado en aquellos a los que quiero de que vean y desean todo lo que Tú eres y todo lo que Tú provees para aquellos que te siguen.
 
 
 

 

jueves, 18 de mayo de 2017

CAMBIA las Palabras INÚTILES por las promesas de Dios


El fuego de Dios viene sobre tus labios para que apartes de tu boca toda palabra inútil que trae
derrota en tu vida. Cancelamos toda palabra negativa que hayas dicho, y en su lugar desatamos 
la poderosa promesa de la bendición de Dios, en el nombre de Jesús. Amén

En Mateo 12:36 dice: “Pero yo les digo que en el día del juicio los hombres darán cuenta de toda 
palabra ociosa que hablen. Porque por tus palabras serás justificado y por tus palabras serás 
condenado”.

Toda palabra que salga de nuestra boca debe salir con el propósito de edificar, bendecir, ayudar, 
aclarar, adorar y nunca para producir cosas inútiles que no ayudan ni bendicen a nadie. 
En proverbios 18:20 dice: “Las palabras sabias satisfacen igual que una buena comida; las palabras 
acertadas traen satisfacción”. Hay personas que constantemente están derramando sobre sí, y 
sobre los demás, palabras inútiles, ociosas, que no producen nada bueno, sino que amargan y 
llevan a la derrota. Jesús advirtió que todos daremos cuenta de las palabras ociosa o inútiles 
que hayan salido de nuestros labios. Debemos hablar y obrar a las promesas de Dios. Edifica tu vida 
sobre palabras de vida, salud, sanidad y perdón. Pide al Señor que te llene del Espíritu Santo para 
que te inspire a decir y hacer lo correcto. Evitemos toda discusión necia, basada en el orgullo, que 
destruye nuestra vida y familia. Si algo vamos a decir, que sea conforme a la palabra de Dios, para 
hacer el bien, para alentar, corregir con amor. Hacer esto desata el poder y la bendición de Dios para 
tu vida.

Oremos: Padre Celestial, llena hoy todo mi ser con tu Espíritu Santo para que hable siempre 
palabras de bendición, vida y sanidad; proclamando tus maravillas y tu voluntad. Purifica mis 
labios con tu fuego para desatar toda bendición, en el nombre de Jesús. Amén

jueves, 11 de mayo de 2017

Sin áreas dudosas


 
1 Juan 2:20-21  
20 Mas vosotros tenéis la unción del Santo, y conocéis todas las cosas. 
21 No os he escrito como si ignoraseis la verdad, sino como a los que la conocéis, y que ninguna mentira es de la verdad.

 ¿Se ha enterado usted ya de que ninguna mentira procede de la verdad, que no hay armonía posible entre la mentira y la verdad? En otras palabras, que no existen áreas dudosas en la vida, que una cosa es o bien negra (una mentira) o es blanca (una verdad) y que no hay aspectos que resulten dudosos, a pesar de que pueda haber una mezcla entre el negro y el blanco. Todo cristiano posee la habilidad para hacer uso de un juicio moral a fin de distinguir lo que está bien de lo que está mal. Es asombroso la cantidad de cristianos que todavía no han aprendido esto y que continúan haciéndose eco de la mentira del mundo, en el sentido de que se puede combinar la verdad y el error. Juan deja esto perfectamente claro. “Os he escrito”, dice, “porque habéis averiguado esto, si conocéis a Jesucristo. Es posible que no hayáis pensado a fondo en las implicaciones, pero debéis de saber que no hay posibilidad alguna de combinar una mentira con la verdad”.
Una de las cosas gloriosas acerca del propósito de Dios, que es restaurar la vida de Dios al espíritu del hombre, es que vuelve a restaurar de nuevo las normas de los valores absolutos y hace posibles los juicios morales. Hace que pasemos del control por medio de una conciencia de conveniencia al control de una conciencia de convicción. En estos días estamos oyendo hablar mucho acerca de “la ética situacional”, el relativismo en el ámbito de los juicios morales. ¿Cuáles son estos? Si usted hace trampa en un examen porque no le gusta a usted el maestro, eso está mal. Pero si lo hace usted porque está desesperado por sacar buenas notas y no hay ninguna otra manera de conseguirlo, usted no se ha ocupado del estudio hasta la hora del examen y no hay ninguna otra manera que no sea haciendo trampas, entonces eso está bien.
Pero Juan dice: “¡Ya no más! Ahora conocéis al que es verdad y no podéis salir adelante así como así. Antes o después le tendrá usted que explicar sus acciones a Él, y todas esas maravillosas excusas que fueron admitidas tan fácilmente por parte de su cónyuge o sus amigos no suenan nada convincentes cuando se las repetimos a Él, porque Él no se siente, ni mucho menos, impresionado por ellas. Él no dice nada; sencillamente se cruza de brazos y se le queda mirando a usted. Entonces usted empieza a tartamudear y no tarda en quedar callado porque, como dice Juan: “ninguna mentira procede de la verdad”.
Preste usted atención a estas cosas. Comience usted a examinar las filosofías que le rodean, las sugerencias y las explicaciones acerca de la vida que le presentan. Mídalas conforme a la verdad. ¿Ha conocido usted la verdad relacionada con Jesús? ¿Está dispuesto a escuchar a la Palabra de Dios, a fin de que pueda entender el mundo en el que vive y a la persona que vive en él, es decir: usted? ¿Está dispuesto a entender cómo le hizo Dios a usted, cómo pretende que actúe, cómo desea que reaccione frente a las situaciones? ¿Está dispuesto a permitirle a Él que le enseñe a no depender más del falso sentido de la habilidad de la que ha hecho usted uso para vivir su vida, sino a renunciar a ella y en lugar de ello depender de Su vida en su interior? Es por eso que Juan escribe. Él escribe acerca de estas cosas, dice, porque sabe que la habilitación necesaria se halla en ellas. ¡Haga usted uso de ellas!
Las excusas que podamos poner sencillamente se hacen eco de las mentiras del mundo. ¿Hemos encontrado nosotros la verdad absoluta como se halla en Cristo, o revelan nuestras excusas las dudas que todavía tenemos?
 
Padre, ayúdame a entender la verdad tal y como se encuentra en Cristo. Ayúdame a volverle la espalda a cada una de las voces que nos atraen, apartándonos de Él, y a traer todas las cosas que descubro, todas las experiencias, todos los razonamientos a Él.
 
 

 
Las excusas que podamos poner sencillamente se hacen eco de las mentiras del mundo. ¿Hemos encontrado nosotros la verdad absoluta como se halla en Cristo, o revelan nuestras excusas las dudas que todavía tenemos?
 

martes, 25 de abril de 2017

Una mirada bíblica a las maldiciones generacionales

¿Qué es una maldición generacional?

Se conoce como maldición generacional a los pecados, o consecuencias de pecados, que heredamos de los padres. Es decir, que los hijos podemos estar practicando un pecado que nos ha llegado como una atadura espiritual, o que estamos sufriendo los efectos de un pecado como una herencia de nuestros padres. Estas consecuencias también pueden llegar en formas de adicciones y diversas enfermedades. Un sector de la iglesia que enfatiza en este tema suele motivar a los creyentes a hacer una evaluación retrospectiva e investigar los pecados de sus progenitores. Enseñan que puede que esa sea la razón de que un pecado o un patrón pecaminoso persista en sus vidas. También enseñan que los constantes problemas, las frecuentes enfermedades, y las permanentes crisis financieras pueden ser expresiones de una maldición generacional.
En simples palabras, una maldición generacional apunta a las consecuencias que podemos estar pagando por los pecados de un antepasado. 
Si ese es el caso, el creyente entonces no podrá librarse de esa condición a menos que se le practique liberación. Es decir, una sesión de oración, imposición de manos, y hasta una confesión por parte del afectado, para romper la atadura. En algunos casos, estas liberaciones, que pueden durar varias horas, se llevan a cabo en los templos al final de los servicios dominicales, en retiros espirituales, o en casas como parte de una consejería.

¿De dónde proviene esta enseñanza? 

El texto bíblico más utilizado como soporte para esta enseñanza se encuentra en Éxodo 20, como parte de los 10 Mandamientos que recibió Moisés el monte Sinaí: “No los adorarás ni los servirás. Porque Yo, el Señor tu Dios, soy Dios celoso, que castigo la iniquidad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación de los que Me aborrecen” (Éx. 20:5). La misma advertencia se repite luego en Deuteronomio 5:1-11
Por tal razón, hagamos el esfuerzo de observar la enseñanza de este pasaje, para así poder entender cómo nos compete a los creyentes hoy.

Entendiendo mejor Éxodo 20:4-5

Es claro que las consecuencias del pecado de la idolatría eran terribles, y el Señor quiso crear esta consciencia en el pueblo. Entonces, ¿qué quiere decir que Dios visitará la maldad de los padres sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generación?
Lo que debemos entender de este texto es que se trata de un principio, y no de una condición irreversible. Es decir, esto no debe ser comprendido como una sentencia definitiva que condenaba sin esperanza a hijos de padres pecadores. El principio es que habrían consecuencias por la maldad, y esas consecuencias afectarán también a los hijos. Pero esto no era un absoluto, en el sentido de que los pecados de los padres serán condiciones irreversibles para los hijos.
Para entender este texto describiré dos escenarios que ilustran bien estas consecuencias.
Si un hombre roba, ese pecado no solo afecta al ladrón, sino también en un sentido muy real a los hijos, porque si ese hombre es encontrado y juzgado, ya no podrá estar por su familia. Además, si robar es el estilo de vida de esa persona, hay una gran probabilidad que los hijos también sean inclinados y movidos a lo mismo.
Otro ejemplo: digamos que un padre de familia es un alcohólico. Tarde o temprano, su adicción al alcohol le puede acarrear consecuencias para él y los suyos. Por ejemplo, si el borracho hace cosas indecentes, o pierde su trabajo, o entra en pleito con otros, o se enferma, eso tendrá consecuencias terribles para los miembros de su familia. Es en ese sentido que la maldad de un padre afecta a los hijos. Y eso sin considerar que un hijo puede crecer predispuesto al alcohol y hasta volverse él mismo un alcohólico pues eso es lo que vio como un patrón normal de conducta. 
El hecho de que Dios visite la maldad de los padres sobre los hijos es más bien un principio de consecuencias y no necesariamente una sentencia absoluta que deja a los hijos sin posibilidad de redimirse. Tampoco debe entenderse cómo una maldición generacional o una atadura espiritual de la que debamos librarnos.
Ésta es la necesaria conclusión que también está descrita en el mismo Pentateuco. Porque en el libro de Deuteronomio, se nos dice que “Los padres no morirán por sus hijos, ni los hijos morirán por sus padres; cada uno morirá por su propio pecado” (Dt. 24:16). Presta atención: “cada uno morirá por su pecado”.
Es decir, en el Antiguo Testamento ya estaba establecido el principio de la responsabilidad individual, descartando toda noción de maldición o atadura generacional. En otras palabras, ningún hijo pagará por los pecados de los padres, sino que cada uno pagará las consecuencias de sus propios pecados. Y aunque nuestros hijos pueden ser afectados por nuestras decisiones, o se pueda padecer la misma enfermedad de un antepasado, como la ciencia lo ha probado, no debemos interpretarlo como que una fuerza espiritual está detrás. Una vez más, las consecuencias que sufrimos no deben ser entendidas como maldiciones generacionales.
En una medida menor, otro texto que es usado para enseñar las maldiciones generacionales se encuentra en Proverbios:
Como el gorrión en su vagar y la golondrina en su vuelo. Así la maldición no viene sin causa (Pr. 26:2).
Pero basar la enseñanza de ataduras generacionales por este verso es un mal ejercicio exegético. Primero, porque en este pasaje no se está hablando de las consecuencias que los hijos reciben por los pecados de los padres. Más bien la línea de pensamiento del autor está orientada a la insensatez del necio. Segundo, porque el texto original de Proverbios 26:2 dice:
Como el gorrión en su vagar y la golondrina en su vuelo, una maldición que no tiene causa no se posan (Pr. 26:2).
Lo que este proverbio quiere decir es más o menos esto: no te preocupes si alguien te maldice sin que seas culpable, tal maldición no tendrá efecto. La maldición que con su boca alguien profiera contra un inocente no tiene poder de hacerle daño, de la misma manera que un ave no daña a nadie cuando vuela. Este texto no está enseñando absolutamente nada de ataduras ni maldiciones generacionales.

Un antiguo error

El hecho de culpar a otros por nuestras desgracias es algo tan antiguo como el relato de la creación. No asumir la responsabilidad individual es precisamente lo que hizo Adán al culpar a Eva cuando fue confrontado por Dios. Y eso es también lo que hizo Eva al culpar a la serpiente, cuando ella fue confrontada por su creador (Gn. 3). Pero en el tiempo cuándo los judíos fueron deportados a Babilonia, esta misma actitud floreció en la forma de un conocido refrán:
Los padres comen las uvas agrias, y los dientes de los hijos tienen la dentera (Ez. 18:2).
El pueblo de Israel está cautivo en Babilonia. Hay tristeza, y amargura entre los israelitas. Ezequiel es el profeta escogido por Dios para hablarle al pueblo. Entre los judíos existe una esperanza de que esto terminará pronto y luego volverán a casa. Pero la esperanza es vana. Dios está castigando a su pueblo por sus pecados. Dios los ha entregado a los caldeos en esta segunda deportación y todavía una deportación más está en camino. Esta actitud fue confrontada por el profeta. El mensaje que subyace bajo este refrán es claro: estamos padeciendo por el pecado de nuestros padres. Por eso el Señor les dice lo mismo:
“Vivo Yo,” declara el Señor Dios, “que no volverán a usar más este proverbio en Israel. Todas las almas son Mías; tanto el alma del padre como el alma del hijo Mías son. El alma que peque, ésa morirá (Ez. 18:3-4).
Aquí una vez más Dios corrige la fatalista noción de que los hijos serán víctimas de una sentencia irreversible por culpa de los padres.
Esta idea también es asumida por los discípulos en el Evangelio de Juan. Ellos le preguntaron a Jesús si la ceguera de un hombre era el resultado del pecado de un antepasado. A la inquietud de los discípulos, él les respondió:
“Ni éste pecó, ni sus padres; sino que está ciego para que las obras de Dios se manifiesten en él. (Jn. 9:3).
Una vez más, esta excesiva (y hasta enfermiza) inclinación de interpretar las desgracias de las personas como una consecuencia de los pecados de un antepasado es confrontada por Jesús, quien les dice que esta ceguera solo sirve para glorificar a Dios.
Ese énfasis de maldiciones generacionales casi siempre despoja al creyente de asumir su responsabilidad personal. Y lo que es más delicado: no lo motiva a procurar el arrepentimiento por sus propios pecados. 

El daño que esto causa

Muchas y lamentables son las consecuencias que la enseñanza de las ataduras o maldiciones generacionales han traído a la iglesia. Algunos en el pueblo de Dios están ávidos por buscar que alguien les practique una sesión de liberación, pues creen que esa atadura solo pierde su poder con esta práctica. En otros casos, el creyente que se siente inocente esquivará su responsabilidad personal y no procurará el arrepentimiento. Pero también están los que han sido decepcionados por las implicaciones de esta enseñanza. Aquellos que han sido objeto de una liberación y que con el tiempo el pecado o las consecuencias de un pecado reflotaron experimentan desilusión con el evangelio o las Escrituras. Otros quizá lo resuelven sometiéndose periódicamente a estas liberaciones.
Por lo tanto, en concordancia con la enseñanza bíblica debemos concluir que la doctrina de las maldiciones generacionales es teológicamente deficiente y en la práctica es muy nociva para el creyente y la iglesia en general.

La alternativa bíblica

Pero entonces, ¿qué hacer si en la vida diaria parece que somos inclinados a practicar los mismos pecados de nuestros antepasados? ¿Cómo librarnos de esa influencia?
Para empezar respondiendo a esta legítima pregunta, debo establecer que los hombres nacemos muertos en nuestros delitos y pecados (Ef. 2:1), y que nuestro corazón está inclinado siempre y únicamente hacia el mal (Gn. 6:5). Solo por la intervención soberana de Dios, los hombres somos regenerados y recibimos un nuevo corazón. En otras palabras, Dios nos hace nacer de nuevo (Jn. 3:3). Cuando el hombre se arrepiente de sus pecados, abandona sus malos caminos y se vuelve a Cristo en obediencia, está dando la gloriosa evidencia de su nuevo nacimiento. Es por eso que el apóstol Juan decía: “Ninguno que es nacido de Dios practica el pecado, porque la simiente de Dios permanece en él. No puede pecar, porque es nacido de Dios” (1 Jn. 3:9). Esto quiere decir que cuando una persona nace de nuevo, se arrepiente y abandona sus pecados, no mostrará un patrón pecaminoso de conducta. El creyente peca, pero no practica el pecado como un estilo de vida. Tomando como referencia las palabras de Juan, concluimos que la práctica abierta y permanente de un pecado, en la mayoría de los casos es una evidencia de que esa persona no nació de nuevo, y que nunca se arrepintió de sus pecados. Si ese es tu caso, entonces debes reconocer tu necesidad de salvación, arrepentirte de tu maldad, y depositar tu confianza solo en Jesucristo para el perdón de tus pecados. La biblia enseña que todo aquel que viene a Cristo, Él no le echa fuera. Corre al Señor y Él te recibirá y te dará descanso (Jn. 6:37 & Mt. 11:28-29).
Sin embargo, ¿qué sucede con alguien que da evidencia de su regeneración y ha mostrado los frutos de su arrepentimiento, pero todavía lucha con alguna forma de pecado, adicción o inclinaciones de sus antepasados?
La inquietud también es legítima, y la biblia también nos responde al respecto. Aquí es importante destacar que desde el momento de nuestra conversión, empieza en el creyente el proceso conocido como santificación. Se le llama así al proceso por medio del cual, desde la conversión, Dios hace al creyente más libre de la influencia del pecado y lo transforma a la semejanza de Cristo. Pero este proceso es gradual y dura toda la vida. Y aunque es una obra de Dios, el creyente también participa del mismo. Esta es la enseñanza que Pablo expone en Romanos 6. Por eso dice, “Por tanto, no reine el pecado en vuestro cuerpo mortal para que no obedezcáis sus lujurias” (Ro. 6:12). Es decir, no se dejen gobernar por el pecado.
La vida de un genuino creyente se caracteriza por una constante lucha contra el pecado. El hombre regenerado batalla por no pecar, y cuando lo hace siente una profunda convicción. Siente tristeza y amargura por haberle fallado a su Salvador.
Pero no debemos olvidar que el llamado del creyente es a negarse a sí mismo, a tomar su cruz cada día, y seguir a Jesús (Lc. 9:23). Pablo nos llama a hacer morir lo terrenal en nosotros (Col. 3:5) y por medio del Espíritu a hacer morir las obras de la carne (Ro. 8:13). Pedro exhortaba a los creyente a que se abstengan “de los deseos carnales que batallan contra el alma” (1 Ped. 2:11).
Parte de esta batalla es la actitud permanente de procurar el arrepentimiento. Un creyente es un pecador que reconoce cuando falla y se arrepiente genuinamente de su pecado. En este sentido, Lutero fue enfático al destacar en la primera de sus 95 tesis que el arrepentimiento es el estilo de vida de un creyente.
Pero en la santificación, es importante recordar que aunque se nos manda ocuparnos de nuestra salvación con temor y temblor, también se nos dice que Dios es quién produce en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad (Fil. 2:12-13). Es decir que Dios nos pide algo, pero él también nos da la capacidad para obedecerlo. ¡Qué gloriosa promesa! El gran Agustín captó esta verdad en su famosa oración: “Pídeme lo que quieras, y dame lo que me pides”. La gracia de Dios no solo perdona nuestros pecados, sino también nos capacita para vivir la vida cristiana.
Además, debemos decir que nuestra santificación será proporcional al entendimiento que tengamos de la persona y la obra de Jesucristo. Es decir, nuestra santidad se corresponde en gran medida a nuestro entendimiento del evangelio. Mientras más comprendamos lo que Cristo hizo en la cruz, mayor será nuestro anhelo por crecer en su semejanza. Para el efecto, la constante exposición de la Palabra será determinante. La Palabra de Dios tiene un poder santificador en la vida del creyente. Por eso Jesús le dijo a sus discípulos: “Ustedes ya están limpios por la palabra que les he hablado” (Jn. 15:3).
Debemos recordar que Cristo Jesús obtuvo eterna, segura, y completa salvación. En Él estamos completos, decía Pablo (Col. 2:10). Es decir, Cristo es la provisión de Dios para el gran problema del pecador. En Cristo tenemos todo lo que necesitamos para nuestra redención, para nuestro crecimiento espiritual, y solo en Él tenemos lo necesario para una vida plena y llena del poder de Dios. Más que mirar al pasado a ver qué tipo de maldición pudiéramos estar sufriendo, miramos a la cruz y vemos como ahora somos benditos en Él.